Filosofía del cacerolazo, y uso en tiempos de Kirchner

El cacerolazo nace en la sociedad como una forma de queja pacífica ante una o varias medidas aplicadas por un gobierno, que se consideren muy contrarias a la dirección que un país debería tener. Digo “sociedad” porque los integrantes suelen ser muestras de varios estratos (civiles comunes) y porque no se embanderan tras algún partido político específico; digo “pacífica” porque la marcha debería centrarse sólo en la aglutinación de gente y en la expresión de rechazo golpeando sus cacerolas; y digo “por medidas contrarias”, porque se presupone que son contrarias a lo que la sociedad toda desea, y que plantean un serio problema para la totalidad del país (o una gran parte de él). Los cacerolazos no son exclusivos de Argentina, y ya se han convertido en muestra de descontento en muchos países del mundo (principalmente en Latinoamérica). Cabe destacar que los cacerolazos no sólo pueden ser gatillados por acciones gubernamentales, sino también por falta de intervenciones en donde el Estado debería haber accionado. Por ejemplo, en un reclamo por muertos por inseguridad, el gatillador no será una medida, sino la falta de las mismas.

Si bien no hay explicaciones claras del por qué golpear cacerolas se ha convertido en un ícono de queja popular, podríamos vislumbrar que una cacerola (u olla, o sartén) es algo que hay en cualquier casa, que iguala a la clase media y baja, y que con el ruido se llama la atención de una manera más efectiva que una marcha silenciosa o con palmas. Aunque el descontento puede expresarse de muchas otras maneras, la simbología de un cacerolazo es única y apunta a un descontento de gente que generalmente no expresa descontentos ni tiene los medios para hacerlo.

CARACTERÍSTICAS

Mirando bien de cerca distintos cacerolazos, se pueden identificar muchos subtipos de ellos; algunos, cayendo en lo inaudito (recordemos la vedette que amenazó con llamar a un cacerolazo si no se resolvían sus problemas contractuales). Por eso, quería centrarme en algunas características que considero esenciales y que reflejan el espíritu real de esta protesta tan particular, espíritu que muchas veces parece haberse perdido en la bruma popular. Los puntos que he podido notar en los distintos cacerolazos más representativos a nivel nacional e internacional, son:

  1. Es pacífico. Si bien ya lo había dicho antes y es algo que todos parecen apoyar, no siempre es así en todo cacerolazo. La rotura de vidrieras o el vandalismo es un símbolo de violencia que puede pasar en muchas de esas quejas, como así también los golpes hacia quienes se muestren contrarios a dicha muestra de descontento. El espíritu de rechazo desde la posición civil en este tipo de reclamo, siempre debe ser pacífico, confrontando así la violencia encubierta en la/s medida/s que el gobierno aplicó sobre la sociedad (y que desató el reclamo).
  2. Se acerca a la espontaneidad, y no al planeamiento. Un cacerolazo surge como un rechazo multitudinario y casi unánime a cierta(s) medida(s), y la imposibilidad de tolerarla(s) ni un día más. Por ello, el reclamo es explosivo e incontenible, y se acerca más a la espontaneidad que al planeamiento. Si bien puede haber cierto consenso posterior (sobre horarios o lugares), el reclamo en sí demuestra la poca organización que tienen las clases que no suelen quejarse habitualmente ni están encolumnadas tras un partido político, desorganización que es punto fuerte del espíritu del reclamo. Consensuar un cacerolazo para una semana después (por ejemplo), le quita el ánimo original a la congregación, y lo convierte en un reclamo organizado que cabría en otros tipos de quejas con más planteos (y que, también, podrían ser mejor dirigidos y cohesionados).
  3. Es apolítico. El cacerolazo debe ser una muestra de descontento apartidista, un reflejo de que tal o cual medida le hace mal al país, fuera de lo que diga tal o cual partido. Eso no indica que no pueda ser realizado por personas con afiliaciones o tendencias políticas, sino que no debe ser encolumnadas tras esas ideologías. Las banderas o lemas partidarios, tampoco tendrían razón de ser en este tipo de reclamos.
  4. La razón del reclamo es inconsensuable. Las o las medidas gubernamentales que gatillan el reclamo, son completamente inadmisibles para la sociedad y no hay forma de consenso respecto a ellas. También la inacción del gobierno en lugares donde debería haber estado es un motivo de rechazo inamovible. Si hay posibilidad de consenso o negociación posterior, el cacerolazo no es la forma adecuada de queja.
  5. Las razones del reclamo son harto claras y presentan un sentimiento de urgencia. Si bien muchas veces puede haber un descontento generalizado con el gobierno de turno, la razón principal de este rechazo que saca a la gente a la calle, es única y clara. Esa claridad pueden ser una o varias medidas aplicadas (que se engloben bajo una rama específica), o a una inacción patente inadmisible, todas ocurridas en un plazo corto en el tiempo. El “resorte” que lanza a la gente al reclamo, siempre es identificable y tiene un sentimiento de urgencia (si no se resuelve, el país cae por una pendiente). Por ello, las razones nunca son concatenables, no son reclamos por acumulación; sino que se trata de hitos puntuales contra la sociedad toda. No debe ser por la gota que rebalsó al vaso, sinó por el aviso del vaciado completo del agua o el anuncio gubernamental de romper ese vaso. Ésta característica es la que da fuerza, justificación y legitimidad a la explosión desorganizada del reclamo.
  6. Las razones del reclamo son representativas para todo el país (o región). Se tiene que entender que detrás de cada cacerolero, hay miles de ciudadanos que lo apoyan en la ausencia, porque el reclamo también los representa. Cuanto más generalizado sea el mal para el país, más legitimidad tiene el cacerolazo. Recordemos que la indignación sola no es constituyente de un reclamo así, ya que puedo estar descontento con algo que me afectó sólo a mí y a mi familia, pero que no lo sufran el resto de los habitantes de la nación. Hacer un reclamo porque cerraron mi empresa, no es lo mismo que hacerlo porque cerraron el 50% de las de todo el país.
  7. No se perpetúa en el tiempo, es un “basta” final. Un cacerolazo no se puede realizar muchas veces, menos si se trata de un reclamo por las mismas razones. De hacerse, le quita la legitimidad de la espontaneidad y el sentimiento de urgencia. Un cacerolazo es una línea en la arena trazada por toda la sociedad, es un “de acá no se pasa”; volverlos a hacer, es también una forma de borrar los límites que nosotros mismos le marcamos a un gobierno. Si el reclamo debe hacerse de todas formas, debería ser por otros canales, mas no con cacerolas. Asimismo, el perpetuarlo genera lo que llamo el “efecto vacuna”: los reclamos cada vez se oyen menos, tienen menos adherentes, y desvirtúan el reclamo hasta eliminarlos por completo. Una queja repetida deja de sentirse como queja, sino que se convierte en algo cotidiano, y, como tal, invisible e inaudible.
  8. No es una fiesta. El cacerolazo es una puja de la sociedad contra un gobierno, tratando de evitar que maltraten a un país completo. Pero muchas veces se cacerolea como si se tratara de una fiesta: sonrisas por todos lados, cantitos humorísticos, espíritu festivo. Es una lucha, no una fiesta. El espíritu (pese al pacifismo) debe ser combativo, y se tiene que tener en cuenta que se va contra todo un establishment de conducción política formado durante décadas, y que ya han violado el contrato honorífico que el pueblo le ha otorgado. Hacer un reclamo y festejar el sólo hecho de ser rebeldes desacatados por una hora, es cosa de niñatos, no de adultos que se sienten responsables en obligaciones y en derechos de defender toda una nación.
  9. Se realiza en países con plena capacidad democrática. Podría traducirse también como “se hace ante gobernantes que oyen mal, pero que escuchan”. El reclamo es un claro grito a la clase política dirigente para que cambien de rumbo (o en casos extremos, para que se lleven su rumbo con ellos). Pero nunca servirá si el gobierno es sordo ante los reclamos o minimiza acciones multitudinarias. Cuanto más sordo y autoritario sea un gobierno, hay más peligro para los asistentes al reclamo, más fútil se vuelve la protesta, y se potencia el “efecto vacuna” del que hablaba antes. En países con políticos dentro de la escala del autoritarismo, un cacerolazo es un suicidio masivo sin posibilidad de beneficios.

Estos son los puntos que he analizado en los cacerolazos, y que creo que representan bien el espíritu primigenio del estilo de protesta. Y según creo, cuanto más puntos tengan los que se hacen hoy, más legitimidad y empatía tendrán. Quiero destacar que hay cacerolazos y reclamos con cacerolas, que no son lo mismo. En el segundo caso, es un reclamo común con compañía de pocas cacerolas a efecto de llamar la atención (de la misma forma en que lo hacen con bombos los que se encolumnan tras banderías políticas).

CACEROLAZO DEL 2001

El reclamo de la gente fue patente tras el anuncio del corralito bancario, que ponía un cepo a los ahorros de todos los argentinos y pretendían (cumplían, de hecho) dilapidar los depósitos en dólares, emparejando esa moneda con el peso argentino. Aunque el gobierno de De La Rúa venía decayendo desde hacía tiempo y se estaba resintiendo en todos sus frentes y flancos, el gatillador fue la medida económica que atentaba contra todos los habitantes, contra todo un país. Casi al mismo instante del anuncio oficial, la indignación de la gente superó las cuatro paredes de sus casas y se expandió víricamente hacia las calles.

Si lo comparamos con la lista de características que expuse más arriba, vemos que casi todos los puntos se cumplieron al detalle, haciendo un cacerolazo muy representativo (del ánimo del país y de su propio nombre). El gobierno radical de entonces (que oía poco, pero no padecía sordera), oyó el reclamo del pueblo, pero no supo cómo manejarlo. Se anunciaron algunas medidas y promesas, todas paliativas, pero el problema de fondo seguía. El espíritu pacífico-combativo del pueblo no decayó, y el gobierno se hundió aún más.

Pese a que nos gusta relatarnos que ese cacerolazo sacó al Ministro de Economía primero (Domingo Cavallo) y al Presidente, después, la realidad fue otra, y demuestra uno de los peligros de un cacerolazo, por más perfecto que éste sea: que los violentos excedan al reclamo y tomen el poder popular que la sociedad le legitima a un cacerolazo “de ley”. Grupos y organizaciones de izquierda que acompañaron los últimos tramos de la protesta, comenzaron con los desmanes, ingresando el factor violencia dentro de la protesta misma. Hubo vandalismo, roturas, saqueos, robos personales y golpes generalizados. Recuerdo también que entre esos desmanes, ya estaban las Madres de Plaza de Mayo.

Los caceroleros les abrieron, sin saberlo, el camino directo a estos grupos para una rebelión que nada tenía que ver con los reclamos de la mayoría del país. Aunque las cacerolas se acallaron luego (al ver la tendencia y respetando su espíritu pacífico), el camino siguió abierto. El gobierno envía a aplacar la violencia (no el reclamo pacífico), y resultan muertos tres militantes de esos grupos terroristas. Esos tres muertos fueron los que terminaron con un Presidente huyendo en helicóptero y dejando el cargo sin explicaciones. Puede leer más sobre esto en otro post especialmente dedicado.

La pregunta que siempre me acució, es si se podría haber llegado al mismo resultado si la protesta hubiese continuado sin violentos. La respuesta es NI. Podría haberse logrado, por un lado, porque la presión social hubiese sido inmanejable para cualquier gobierno más recostado en el sector democrático que en el autoritario; pero por otro lado, un cacerolazo con tanta masividad, era imposible que no fuera reemplazado por organizaciones violentas. Porque la realidad es que un puñado de terroristas siempre le ganarán el lugar a gente que son, simplemente, gente. Y más cuando esos violentos están en contra del gobierno contra el cual se reclama.

El cacerolazo del 2001 demostró que la gente todavía poseía el poder después de todo, y que sin importar el político que hubiese, la sociedad controlaba al país tras bambalinas. Esa intervención sorpresiva y multitudinaria fue un golpe no sólo para los políticos de turno, sino también un aviso clarísimo para los siguientes: el pueblo está mirando, el pueblo está juzgando, el pueblo ya no perdona. La sucesión de Presidentes en pocos días (récord mundial al respecto), y los nuevos cacerolazos contra nuevos nombramientos de funcionarios corruptos, fueron un claro ejemplo de que la clase política no estaba preparada a gobernar como se debía con tantos ojos encima dispuestos a no perdonarles un solo error más; demostró que ya no sólo nos tenían respeto, sino también miedo; y dejó patente, además, que ninguno de lo funcionarios paridos como líderes hasta ese momento, eran dignos de cumplir ni siquiera con los requerimientos mínimos para conducir un país. Pero también, en contraposición, nos dejó en claro que la misma fortaleza del pacifismo como movimiento, también era su Talón de Aquiles.

CACEROLAZOS A KIRCHNER EN 2008

En marzo del 2008, se produce el primer cacerolazo masivo contra el gobierno de Cristina Kirchner, con apenas meses de asunción, luego de que Néstor Kirchner le traspasara el mando. La pólvora fue la famosa 125 contra el campo (que lanzó a algunas personas a las calles), pero el detonante masivo fue un discurso muy soberbio y agraviante que hizo la Presidente para con todo el país. Los cacerolazos fueron espontáneos y se hicieron en el mismo día a nivel nacional, produciéndose en las más importantes ciudades de todo el país.

Nuevamente, el impulsor del cacerolazo fue un factor monetario mezclado con falta de respeto en la comunicación, y ésta vez el campo fue el blanco directo, con la ciudadanía completa como perjudicados colaterales. La gente se autoconvocó de manera explosiva y pacífica, y se concentró de forma multitudinaria en Plaza de Mayo. Si miramos las características que había expuesto antes, el cacerolazo cumplió con casi todos los puntos para ser “de ley”, salvo, tal vez, los puntos referentes a la representatividad y la no extensión en el tiempo. Las discusiones sobre la representatividad de la protesta, tenían que ver con que ruralistas “no somos todos”; pero si tenemos en cuenta que el campo generaba el 50% de los empleos del país, el asunto ya no tenía discusión; y sobre la extensión en el tiempo, me refiero a que los cacerolazos fueron muchos y duraron casi hasta fines de junio de ese año.

Lo particular del cacerolazo del 2008, es que las concentraciones en Plaza de Mayo, fueron repelidas por organizaciones con conducción K, tales como los piqueteros kirchneristas con el mando de Luis D’Elía, militantes de la agrupación de Jóvenes K, columnas de Guillermo Moreno, y hasta las mismas Madres de Plaza de Mayo (que en 1996 habían hecho cacerolazo contra Menem, en 2001 contra De La Rúa, y hoy estaban del lado opuesto enfrentándose al pueblo). Y no fueron repelidas con cánticos, sino con golpes de puño. Otra vez, la violencia se abrió paso; pero ahora, como las organizaciones terroristas y odiosas fueron absorbidas por el kirchnerismo, los blancos fueron los manifestantes y no el gobierno. Fue la primera vez que quedó en claro el peligro que constituía un cacerolazo pacífico, pero con la adicional vuelta de tuerca de producirse desde sectores no oficiales con conducción gubernamental. La violencia ya no se generaba desde la policía, sino desde los informales mercenarios funcionales al kircherismo. Tal como ocurría, décadas antes, bajo la Alemania nazi.

Considero que ésta es la verdadera bisagra que nos trajo a la Argentina que todos conocemos hoy. Si bien Cristina Fernández tuvo su revés político y el pueblo pudo demostrar otra vez su poder, fue solamente de forma momentánea. La ciudadanía cedió sus ambiciones de un mejor país para no correr riesgos físicos; más desde que empezaron a multiplicarse las organizaciones políticas que confluían en el kircherismo, que no temían en ofrecerse públicamente a defender a su jefa a través de la violencia social. Cristina fue la que se encargó de crear el miedo y expandirlo de punta a punta en toda la República; y el ciudadano de calle notó que el peligro personal de una marcha, sobrepasaba con creces los posibles beneficios comunitarios. El pueblo se calmó, imaginando que el rumbo presidencial iba a cambiar; pero la mandataria fue demostrando, de a poco, que su soberbia y sordera democrática todavía tenía espacio para seguir creciendo. Las quejas y reclamos sociales se producían ahora por canales “no físicos” (principalmente, internet o cartas de lectores en diarios (todavía) no comprados), y se intelectualizó y voceó el pataleo ante un gobierno sordo y con déficit neuronal progresivo. El resultado: voces inermes de ciudadanos desdibujados, contra un monstruo político que seguía rentando (con nuestro dinero) soldados de calle y mercenarios intelectuales.

2012: EL RETORNO DEL RECLAMO CACEROLERO

El kirchnerismo continuó con sus políticas abiertamente delictivas en todos los frentes, de cara a una oposición política inexistente, y ante ciudadanos expertos en disentir por medio de la palabra. De una o dos noticias semanales de corrupción o inacción, se pasó a una diaria y se siguió hasta la increíble capacidad de generar más de lo que se podía conocer públicamente. En las nuevas elecciones, con una propaganda oficialista que tapaba todos los medios y varias sospechas de fraude electoral, en 2011 Cristina Fernández de Kirchner vuelve a ganar por un extraño 54%, con un resultado similar a las nuevas Primarias, con extraña participación récord por ser una previa electoral. Las voces sociales opositoras vuelven a alzarse, pero muchos notan que, en un país lleno de mercenarios funcionales y políticos con tapones de cera de conveniencia, quejarse por la palabra no es tan efectivo ya como forma de comunicación, ni tampoco sirve para contener la indignación interna que se viene acumulando desde el 2008.

En el 2012 se viven varias cosas en el país, una más terrible que la otra. Secuestros, robos, asesinatos por doquier, inacción y corrupción gubernamental inaudita en otros tiempos y/o países que desembocan en la llamada “tragedia de Once”, en donde mueren decenas de personas en una línea de tren por falta de inversión de la empresa y del Gobierno, con el dinero que a todos ya nos habían quitado, diciendo que habían hecho lo que se suponía que habían hecho y costaba fortunas. Entre “catástrofes” así (no es tal si es evitable) se suceden una y otra vez, malvesaciones, impuestazos, índices trastocados, negación de aumentos, negociados de funcionarios que alcanzan hasta al Vicepresidente, estafas de Madres de Plaza de Mayo, permisión de explotación violenta de recursos naturales, nacionalización de empresas por la fuerza, y un largo abanico de etcéteras que fueron no sólo destruyendo al país internamente, sino también exaltando los ánimos de los que se oponían.

El cacerolazo del 2012, sale en circunstancias extrañas y por circunstancias extrañas. Entre cientos de medidas semanales que se anunciaban en contra del país, nace una en particular que pretende alejar al dólar (moneda de inversión histórica) del ciudadano común, restringiéndole la compra de los mismos por el mercado oficial. Aparece así una reactivación sensacional del mercado paralelo (dólar blue), y al gobierno no le gusta. Siguen las trabas, entrenan a perros ya no para encontrar droga, sino billetes extranjeros, y se sale con la idea de obligar a pedir a la AFIP (entidad que no debería controlar moneda, sólo gestionar pagos de impuestos) una autorización (que se le niega a casi todos), y con el anuncio de otra ideota (idea idiota) que consiste en preguntarle a los viajantes al exterior por qué salen y con qué fin, para saber si pueden darles dólares o no para gastar afuera. Dicho de otro modo, si la autorización no se daba, uno no podía comprar una casa, ni liquidar cuotas de préstamos, ni viajar afuera. Y la autorización se daba por caprichos propios de AFIP, no había lineamientos claros, y un mes podrían autorizarse compras que al mes siguiente no.

Mientras todo ésto ocurría, el campo, resentido ya desde el 2009, se opone a una nueva ley de revalúo fiscal propuesta por el Gobernador de Buenos Aires, el kirchnerista Daniel Scioli. Y él lo hace porque la Nación no le da dinero suficiente desde que intentó independizarse de Presidencia y anunció su posible candidatura para el 2015. A los ruralistas, que ya venían con problemas del cambio de dólares, las restricciones de Moreno a las importaciones y exportaciones (tan caprichosas como las de AFIP), las sequías e inundaciones, el subsidio para productos como la soja pero no para la carne o la leche, y otros impuestos expoliantes que rozan el 80% de lo que ganan, deciden decir “basta” y anuncian un paro de 9 días a nivel provincial, con la posibilidad de extenderlo a nivel territorial.

En ese mismo instante y con ese escenario, Aníbal Fernández (congresista K, exasesor presidencial) dice que “hay que pesificar Argentina” y da discursos sobre cómo el dólar es malo y la moneda nacional (a la que ya se le quitaron más de 10 ceros en tiempos de democracia) es la inversión más segura. Pero periodistas le descubren (junto a otros funcionarios, incluyendo la Presidente) que poseía patrimonio en dólares. Allí él da un discurso igual de soberbio que Cristina Fernández en el 2008, con perlitas como “yo no le voy a vender mis dólares a valor oficial, no soy idiota” o “ahorro en dólares porque se me antoja”. Esa conjunción de factores, con el puntapié de Aníbal Fernández, fue el que inició los primeros cacerolazos serios de ésta década.

En los cacerolazos (se sucedieron 2 de manera consecutiva), la convocatoria de la gente fue muy baja (en cuanto a puntos de reunión y gente participante), principalmente en CABA, donde históricamente siempre fueron multitudinarias. La participación en puntos vitales de la Ciudad, tampoco se dio en todas las intersecciones importantes; y casi fueron nulos los caceroleos personales realizados en las casas o desde los balcones. También, cada uno se convocó a la hora que le parecía, y se veían grupos que iban y venían desde las 20 horas hasta las 23; un grupo a veces reemplazaba a otro, como si «fichasen» para media o una hora de cacofonía, y luego se retiraban por haber cumplido la misión. Esa atomización del reclamo, junto a la falta de mediatización, hizo que en la segunda edición, participaran aún menos congregados.

Éste cacerolazo me pareció muy particular por varios motivos.

  1. Por un lado, el reclamo se hace sin tener objetivos claros. Estamos todos de acuerdo en que son miles de medidas contra las que hay que reclamar, pero violan el precepto de la “no acumulación” de quejas, clásicas en un cacerolazo. Toda la gente entrevistada aducía una razón diferente, incluso un puñado de ellas; pero eso era de esperar en un reclamo por pedir una destitución presidencial, más que de un cacerolazo en el que, tampoco, parecía identificarse bien el gatillador.
  2. El “no consenso” en la medida, tampoco era tal. Si el reclamo se centraba en el disparador (el cepo al dólar), en caso de que el Gobierno hubiese aprobado todas las compras, la mayoría de los manifestantes hubiese cedido, pese a que hubiesen ahondado en otras medidas, tanto o más malas que la gatilladora.
  3. También se viola la “representatividad nacional del reclamo”. Los que tienen capacidad de ahorro en Argentina, hoy, son muy pocos; los que van a viajar al exterior con ese ahorro, son aún menos. En un país en donde las libertades individuales son violadas a diario, los pobres y trabajadores en negro aumentan exponencialmente, y los indigentes ni siquiera son censados para no perjudicar las estadísticas oficiales, cacerolear por una porción pequeña de perjudicados económicos, no es demasiado representativo de un país todo. Más cuando hubo otros cientos de gatilladores, como la tragedia de Once con 52 muertos, los golpes en Tinogasta, o los millones de dólares que estamos perdiendo por la nacionalización de YPF. Otra vez comenzó por un tema económico y de perjuicio a los ruralistas. Se que el campo es representativo y que lo monetario nos afecta a todos; pero con destrucción de todas las instituciones en el país y con mejores ejemplos que enarbolar, volver a gatillar un reclamo por lo mismo, es desestimar problemas que pueden ser mayores aún. Aunque el sistema está corroído ya desde lo moral y lo educativo, la queja surge cuando nos tocan el bolsillo o maltratan al campo. Hay que embanderarse tras perjuicios que afecten a millones, y tal vez haya que buscar más allá de los dos ramales acostumbrados.
  4. Tampoco parecemos entender que el gobierno que nos toca, está más sobre el lado autoritario que del democrático, por lo que también estamos violando ese punto. Pretender que una Presidente con sordera por conveniencia y con organizaciones violentas en su seno, de pronto escuche a caceroleos por no poder comprar dólares, es pecar de inocentones soñadores. Un cacerolazo así es pasible de ser destrozado por el aparato propagandístico oficialista, más que generar un cambio real para el sector que reclama (mucho menos para todo un país). Y así ha ocurrido. Tampoco parecemos comprender el peligro que uno corre yendo como corderos en rebaño, de forma pacífica, ante un gobierno dominado por lobos armados y preparados.
  5. Ya se están pactando cacerolazos semanales, por lo que también se rompe la regla de “no perpetuidad” del reclamo. Si no fuimos oídos ni una ni dos veces, volvemos a pecar de inocentones al pensar que nos oirán en la decimonovena. En los otros cacerolazos, siempre hubo alguna repercusión, algún movimiento oficial que demostraba preocupación o escozor. Hoy ni un pelo se ha corrido, ni tampoco ha de moverse si se repiten las formas.
  6. La gente parecía estar contenta de poder reclamar, rompiendo también el precepto de “es un reclamo, no una fiesta”. Si están felices por poder hacer algo distinto y de moverse al fin, no deberían demostrarlo con algarabía, sino impregnarse de ese espíritu para fortalecer la fuerza del reclamo serio y batallador. Sonreír para las cámaras golpeando una cacerola, se acerca más a Tinelli que a San Martín.
  7. También se violó la no agresividad del cacerolazo. En el último día de reclamos, reporteros de 678 (programa de propaganda oficialista disfrazado de investigación y filosofía política) fueron golpeados por los manifestantes. Uno puede entender que el exceso de quejas y de falta de oído político haya explotado por ese lado, pero no puede justificar ese tipo de agresión, al menos no si se hace sin un punto comprensible y se aplica sólo con los débiles. Aquí, sólo había dos posibilidades: o seguir el camino de la paz que el cacerolazo pregona, o bien mutar el reclamo y violentarse no sólo con los reporteros, sino también con todo oficialista que hubiese enfrente. Pero si sólo van a golpear a cámaras, mientras que si cae un grupito de militantes K van a salir todos corriendo, otra vez demostramos el espíritu de niñatos pseudorebeldes por sobre adultos con fines claros y elevados.

Yo se que, después de todo lo que he escrito, algunos seguirán medio mareados con mi posición al respecto. Por eso, voy a autoformularme algunas preguntas (tanto oficialistas como opositoras) y voy a responderlas para ver si puedo aclararles un poco la situación.

  1. Entonces, ¿no hay que hacer ningún reclamo? // Al contrario; hay que reclamar, pero por otros medios, mas concentrados, consensuados, organizados, eficaces y representativos. Para una queja sobre varias medidas acumulativas, un cacerolazo no es adecuado.
  2. ¿Que sería efectivo en un gobierno como el que tenemos hoy? // Hay que pensar en formas distintas, pero casi todas serían ilegales en algún aspecto (de hecho, hasta el reclamo legalizado hoy puede ser ilegal por orden presidencial). Más adelante haré un post de medidas ilegales que ha apoyado y legalizado el gobierno, y que han sido efectivas (como el bloqueo a diarios opositores, por ejemplo). Pero mientras no haya cohesión ni reclamos claros, no se puede hablar de solución. Y tampoco mientra no haya representantes políticos opositores, que puedan plantear una estrategia con liderazgo y buenas ideas a largo plazo.
  3. ¡Claro! ¡Es fácil hablar sin proponer ni dar soluciones! // Las soluciones están a la vista de todos; y ver errores sin proponer soluciones, no es un error ni me corresponde por obligación. No caiga en el Síndrome de la Propuesta Estúpida.
  4. El cacerolazo fue hecho por gente de clase alta, todos empresarios o propietarios de conglomerados económicos. // ¿Y ellos no son parte del país? ¿O sólo tienen derecho a queja los que sean pobres y oficialistas, y los que generan capital y pueden viajar 20 veces a París no pueden? Ellos pagan más impuestos que usted, y tienen bajo su responsabilidad más gente que usted, ¿pero así y todo no son considerados ciudadanos ni tienen la posibilidad de reclamo?
  5. Sólo los kirchneristas o los fascistas están en contra del cacerolazo // Primero, no estoy en contra de los cacerolazos, siempre y cuando tengan muchos de los puntos que detallé al principio. Segundo, es un típico pensamiento síntoma de estrechez mental. Cuente las palabras de este post y justifíqueme de igual forma el por qué de hacerlo tal como la última vez, en un país como el que nos toca. Tercero, ya estoy vacunado contra el “facho”, trate con otro epíteto. Y cuarto, si me siguió hasta ahora y hoy resulta que soy todo un enemigo para la Libertad, tal vez sea presa del Síndrome de la Falta de Tolerancia; no se preocupe, es un mal que afecta socialmente a muchos argentinos.
  6. ¿Hacer cacerolazos como los ocurridos en junio del 2012 entonces está mal? // NI. Está mal si se toma como única herramienta de cambio, porque ese cambio con ese tipo de reclamos alejados de las 9 características, es algo que jamás va a suceder. Pero está bien para mantener a la gente en movimiento, para desacostumbrarse a sentarse eternamente a quejarse discursivamente, para moverse de forma física como defensa del país, y para seguir cohesionando ciudadanos. Eso sí, háganlo con conciencia, porque la violencia gubernamental en sistemas autoritarios siempre está a la orden del día.
  7. En realidad, el cacerolazo fue un éxito, pero los medios no lo mostraron. // Es que el cacerolazo utiliza como medio de promoción, fidelización, y masificación, a los medios. Si no se llega a las personas masivamente, el cacerolazo no fue exitoso, por más que se hayan reunido 1 millón de personas. Los dos días de cacerolazos pasaron casi desapercibidos para muchos. Y eso ocurre en un gobierno autoritario con control centralizado de medios, y es un punto más por el que no sirve ese tipo de protestas bajo ese tipo de ejercicio gubernamental.
  8. Sos un irrespetuoso y disminuís el esfuerzo de los caceroleros. // ¡Al contrario! Alabo y respeto el cacerolazo realizado, porque se que es muy difícil ponerse en movimiento en un gobierno que infunde el miedo como patrón de respuesta, sin contar con que estamos acostumbrados a estar quejándonos “apachorrados” en un sillón. Lo único que critico es la falta de metas claras y la conducción precisa del reclamo (pese a su espontaneidad y desorganización). Jamás podría ir en contra de algo así, y hasta lo apoyé en cierta forma (mis seguidores en las redes pueden atestiguar que le he dado difusión a los cacerolazos, cosa que nunca haría de estar en contra).
  9. Sos un mala onda. // La realidad es mala onda. No maten al mensajero.

No convirtamos a los cacerolazos en el C(lub) A(tlético) Cero Lazos. ¡Úselas con responsabilidad y sin (mucho) abuso!

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8 respuestas a Filosofía del cacerolazo, y uso en tiempos de Kirchner

  1. Pingback: Bitacoras.com

  2. Emanuel Miglio dijo:

    Excelente. Un post de los más maduros y objetivos que he leído en tu blog.

    Gracias!

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  4. El cacerolazo como tema a tratar es muy sensible en mi opinión, tanto como para quien lo hace (o emite) como para el destinatario del mismo. Es muy difícil tratarlo sin que de un lado o del otro te acusen de «estar del otro lado». A lo que voy, me gustó mucho el enfoque tirando a objetivo que diste a la cuestión (digo «tirando a», porque si bien dejás bien en claro tus apreciaciones personales, no intentás forzar la opinión de quien lee).
    ¡Nos leemos!

    • @Iván: Sí, es sensible y tiene la particularidad de que uno puede elegir el hacerlo o no, pero no tiene elección a la hora de recibirlos (cosa que, calculo, ya han sido víctimas el 90% de los porteños alguna vez). Yo mismo he participado de 3 «cacerolquetes» consecutivos contra Edesur, y el resultado fue mucho mejor que el de hablar por años.
      Me alegro que hayas podido apreciar que, pese a mis posiciones subjetivas, trato de armar las cosas de la forma más objetiva posible. Al ser un blog personal, la posición inicial siempre es propia; pero para que la gente entienda (cambiando o no la opinión), siempre hay que acercarles una versión más potable de la misma.

      Saludos, gracias y nos leemos!

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