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La conspiración más idiota

La conspiración más idiota – Casa Rosada como poster I Want To Believe de X-Files

El valor de las palabras es crucial y casi nunca lo tenemos presente. Lo que se dice, muchas veces, muestra algo que pensamos pero no decimos directamente. Y en los últimos tiempos se ha dado de una forma casi permanente cada vez que alguien de lo que queda del Gobierno dispara una frase del tipo “no nos van a hacer fracasar” o “no van a poder corrernos del camino” o cualquier idiotez por el estilo.

¿Quiénes serían esos sujetos tácitos nunca mencionados? ¿La oposición de afuera del Frente de los que Quedan o la oposición dentro de la misma coalición?

La oposición dentro del Frente es bastante directa: a lo que queda del Presidente le dicen “borracho”, “traidor” o un enigmático “inútil”. Alberto, en cambio, gusta del sujeto tácito. Eso es crucial a la hora de hacer una acusación para patear la pelota afuera. ¿Quién fue? Cualquiera al que el adepto quiera ponerle cara. Y si bien puede tomarse para la joda, es la base de cualquier teoría conspirativa.

Soy fan de las teorías conspirativas. Las amo. Consumo cuanta ficción exista al respecto desde los primeros cómics que toqué en mi infancia hasta saberme de memoria los diálogos de X-Files. Lo cuál no es poco, más si hablamos de una época en la que una serie tenía 24 episodios por temporada y duraba una década.

En X-Files se contraponen dos teorías centrales: o existe una conspiración del gobierno para ocultarnos la existencia de vida extraterrestre; o la conspiración es hacernos creer que existe esa conspiración para distraer y poder experimentar con otras tecnologías.

En una entrevista, el coprotagonista David Duchovny confesó que, de las miles de cartas que recibía, gran parte le daban pena porque le proporcionaban datos sobre conspiraciones ridículas. Parte del público tomó a la serie como si fuera un documental.

Hablando de eso ¿cuáles son los documentales más populares? La maldición de la isla, Alienigenas ancestrales y todo lo que tenga que ver con masonería, templarios, illuminatis y la longevidad de Hitler en Bariloche.

Necesitamos creer que hay algo más que nuestras vidas frágiles. Necesitamos de un complot para no aceptar que un bicho invisible nos puede matar.

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Los precios de los alimentos suben por mes dos puntos más que la inflación promedio. De hecho, cualquiera que salga a comprar habrá notado aumentos semanales. Ese es el número que todos deberían mirar cuando alguien dice que una infla de tres dígitos a fin de año es una exageración. No pareciera serlo para los alimentos.

Para el gobierno es un fenómeno multicausal. La disputa entre Cristina Fernández y Alberto Ídem no es por la teoría, sino por la solución. Los dos están convencidos de una explicación estúpida. Sí, la emisión genera inflación. Y también lo hacen los impuestos que componen la mitad de todo lo que consumimos. Quizá a eso se refieran con multicausal, pero prefieren no profundizar demasiado. Ni tampoco apuntar a ninguna de esas causas.

Sin ir más lejos, el Banco Central imprime a una velocidad que podría provocar un salto en la línea del tiempo para financiar al tesoro, además de chupar guita de depósitos. Desde el 1º de enero hasta el cierre de esta nota, lleva emitidos poco más de 600 mil millones de pesos solo para que el Estado pueda pagar cuentas. A esta altura, habría que darle algún Nóbel a quien diseñó la imprenta del Central. No es normal que todavía no haya explotado en una suerte de supernova de animalitos y próceres. ¿Quién obliga a emitir como si fuera un Juego del Miedo en el que, si se apaga la máquina, matan a alguien? ¿Los reptilianos?

Y todavía queda por contar la “actualización” de tarifas. ¿Quién obligó al gobierno a no actualizarlas? ¿Quién armó el complot? ¿Fueron los masones, o los illuminatis? ¿Quién? Gas, electricidad y agua sufrirán aumentos a la marchanta y fuertes. Ni así alcanza para compensar, siquiera, el atraso que tienen. De bajar los impuestos a esos servicios, ni una sola palabra. ¿Quién los obliga a no largar tampoco la aspiradora impositiva? ¿La oposición? ¿La CIA?

En el mundo el dólar bajó frente a otras monedas. En la Argentina no ocurrió ni con una liquidación récord. Es más, no hubo chances de engrosar notoriamente las arcas del Banco Central. Las bolsas del mundo han colocado a todos los productos que exporta la Argentina con un alza extraordinaria gracias a la desgracia de la guerra. Y la vemos pasar de nuevo mientras nos preguntamos con qué corno vamos a pagar el gas importado por otra política pedorra del gobierno. ¿Quién los obligó a punta de pistola? ¿Fueron los Sabios de Sión? ¿Soros?

Mejor financiar la pobreza con bonos que comprender que en la Argentina no hay producción y que, mientras esto siga así, mientras haya más billetes en la calle para cada vez menos productos, no habrá forma de frenar ni con un ancla en el asfalto.

Para julio también nos quedaremos sin los agrodólares porque finaliza la liquidación. ¿Quién les dijo que calculen las fechas de las actualizaciones tarifarias tan idiotamente? ¿Los rosacruces? ¿La familia Rothschild?

Bueno, lo que queda del Presidente dijo que la invasión Rusa a Ucrania –el prefiere decirle “la guerra de Ucrania”– castiga al hemisferio Sur.

Y no, Alberto. La inflación acumulada récord de Brasil es del 3%, Bolivia acumula un 0,4% en todo el año, Chile proyecta un 8% para todo 2022, y en el mismo mes en el que la Argentina metió un 6,7%, Uruguay arañó un 0,5. Andá y cantate otra de Lito Nebbia.

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La confianza en el gobierno es crucial. Y acá tenemos a un tipo que viola su propio decreto, lo arregla con plata en el país en el que hubo gente en cana y asesinada, y al día siguiente se va a tocar la guitarra en un acto público como si no tuviera trabajo para hacer.

¿Quién lo obligó a ser tan tarambana en continuado? ¿Quién le dijo que se cague en todo y en todos? ¿Fueron los Templarios, la maldición de Tutankamón? ¿Quién fue el que lo quiere tan, pero tan poco que no le prohibió hacerse el Bob Dylan de Chernobyl el 25 de Mayo?

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No es casual que los nuevos spots radiales de propaganda gubernamental salgan en los programas más críticos al Gobierno. Estás a media mañana con el programa de Lanata de fondo y en el corte aparece un locutor que te cuenta que se crearon 562 millones de puestos de trabajo en cinco horas para luego pedir “que no te desanimen”. ¿Que no te desanime quién?

Todo gira en torno de una teoría que ya fue descalificada mil veces: que las personas son influenciables por lo que les diga un desconocido. Por más limadura que pueda haber de parte de los medios, no hay forma de convencer a una persona para que vote o deje de votar a alguien. No la hay.

Creer que se puede manipular el pensamiento es el gran logro de la vanidad periodística: se puede marcar una agenda, señalar un punto para debatir, pero nunca se pudo ni se podrá cambiar la forma de procesar de una persona equis sobre ese punto. Si así fuera posible, las Cadenas Nacionales cotidianas habrían servido de algo.

La imagen de Cristina Kirchner ya estaba por el suelo mucho antes de que las investigaciones comenzaran a tener rating. El triunfo de Fernandez y Asociados es una suma matemática simple entre los votos potenciales de las fuerzas que conformaron el Frente de Todos. ¿Hubo limada a Macri? Sí, algo nunca visto desde Illia. Pero a Illia lo volteó un golpe militar y Macri casi fuerza un ballottage. ¿La gente es maleable por lo que le diga un periodista o un grupo?

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El mismo día en el que lo que queda del Presidente logra que le cierren una causa por sacarse una foto al violar su propio decreto, presentan una serie de billetes en el que el de mayor denominación tiene el poder de compra de cinco dólares. ¿Los beneficiados? Los bancos, quienes ahora cobraran comisiones a quienes depositen billetes de baja denominación para compensar la baja en los depósitos de la economía destrozada. ¿Quién le dio esa orden al Presi? ¿Fue Elvis que está vivo?

¿Quién le dijo que es de ajedrecista internacional hacerse el macho alfa con Estados Unidos para exigir que estén presentes las dictaduras en la Cumbre de las Américas? ¿El director del Área 51? ¿Quién lo mandó a bebotear con Vlad el Invasor con todo el ejército ruso parado en la frontera de Ucrania? ¿Fue Rockefeller? ¿Quién le pidió al tipo que tiene la banda presidencial que diga que los chicos “con capacidades diferentes no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan”? ¿Darth Vader?

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Cuando yo nací, uno de cada diez argentinos era pobre. Hoy lo es uno de cada dos. Cuando yo era chico, dos de cada diez chicos iban a colegios privados. Hoy es uno de cada dos en mi Ciudad y 1 de cada 3 a nivel nacional. Cuando yo nací, cuando era chico, cuando fui adolescente y cuando cumplí la mayoría de edad, la tasa de pobres siempre era inferior a la tasa de desocupación. No entraba en ninguna imaginación lisérgica que un asalariado pudiera ser pobre. Hoy es al revés y multiplicadísimo.

Creer que hay responsables ajenos en toda esta debacle es de pelotudos. Acusar tácitamente es sinónimo de falta de coraje y síntoma de no hacerse cargo. Si alguien atenta contra los planes del gobierno que dice no necesitar un plan, lo mínimo que espero es que el Presidente lo denuncie en sede judicial y no con cara de estreñimiento en actos.

¿Cuál sería la conspiración para que nosotros, el país más mejor del mundo, tengamos todas las malarias?

Esto es como cuando alguien me acusa de vendepatria: primero habría que encontrar a alguien que quisiera pagar por este cotolengo con nosotros adentro. En idéntico sentido: ¿cuál sería el interés de que solo a la Argentina le vaya mal? A esta altura del partido no entiendo cómo el cartel de bienvenida en Ezeiza no dice “tu envidia es el motor de mi progreso”.

La conspiración es la búsqueda de una satisfacción inmediata a algo que nos resulte más confortable que una realidad que no es de nuestro agrado. ¿Te acordás cuando murió Kirchner y surgió la teoría del parricidio a balazos? La idea de una muerte por un infarto masivo al corazón en un hombre superpoderoso y relativamente joven es difícil de digerir y no se piensa en que nunca se cuidó la salud: si le tocó a él con todo su poder, qué nos queda a nosotros.

Creer en una conspiración es, también, un mecanismo de defensa. No toleramos que nos vaya mal si no es culpa de otro ser humano. Es lógico: inconscientemente nos deja una leve expectativa de que se castigue a ese que nos cagó la vida desde las sombras.

Quizá sea preferible que todos sostengan que hay un plan internacional para que nos vaya mal a los más mejores de la galaxia porque nos tienen envidia por la avenida más larga y la más ancha, por el Papa, el Diego, la sonrisa de Carlitos y la República de los Niños. De hecho, es mucho más sano para nuestra psiquis aceptar esta creencia que tener que lidiar con la explicación más simple que, como suele suceder, es la correcta: que nos gobiernan una manga de forajidos adictos a la droga que ellos llaman “política”.

Mirá si algo importante es sencillo.

Aunque la última vez que fui al Uritorco, te digo que un poquito… Alguna duda… No sé, eh.

 

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