Cine y TV

‘Los Picapiedra’: todo lo que sé de la prehistoria nunca me lo contaron en el colegio

Los Picapiedra. Imagen Hanna Barbera Productions.
Los Picapiedra. Imagen: Hanna Barbera Productions.

En el número 35 de la calle Piedrabola, en la remota ciudad de Piedradura, vivió el primer sinvergüenza de la historia. El personaje más vago, maleducado, sabihondo y protestón que un niño pudiera conocer se colaba cada mediodía en nuestras casas para ejercer sobre las almas cándidas la peor de las influencias. Él era Pedro Picapiedra. 

Pero no le juzguen. Era un hombre prehistórico, y en el Paleolítico escaquearse de sus obligaciones, fingir saberlo todo cuando se es un auténtico cazurro, llamar a tu mejor amigo «enano», coserlo a collejas o decirle cosas bonitas como que es tonto estaba bien visto. Por eso todos le querían. Por eso Pedro es el protagonista de una de las series más divertidas de la historia de la televisión. Y si digo que no le juzguen es porque gracias a Los Picapiedra hoy sé todo lo que hay que saber sobre la prehistoria y ningún profesor me contó. 

Lo primero que aprendí sobre los seres humanos primitivos fue que vivían en cómodas casas unifamiliares, con jardín, comedor con sofá, cocina total mente equipada, un amplio dormitorio con armario empotrado, cama de matrimonio (el colchón era de piedra, que para eso estamos en la prehistoria) y con un dinosaurio muy simpático que lo mismo les protegía la casa, que les entretenía a los críos. 

También aprendí que allá por la prehistoria ya se había inventado la rueda, por eso los hombres de Piedradura iban en coche hasta a tirar la basura. Un coche que ellos llamaban troncomóvil y era ecológico. El troncomóvil funcionaba sin motor, porque claro, la rueda sí se había inventado, pero el coche de gasolina, como todo el mundo sabe, no llegó hasta el siglo XIX con Karl Friederich Benz.

El primer humano que habitó la Tierra era una especie de Félix Rodríguez de la Fuente con ha bilidades de Ángel Cristo, así que había conseguido adiestrar a toooodos los animales que se le pusie ran por delante para darles un uso pretecnológico. Por eso en Piedradura, un mamut de repente podía asomar la trompa por la ventana de la cocina para aclararte los platos, un pájaro, al aplastarlo, hacía de claxon y por supuesto, los dinosaurios tenían múltiples usos para hacer más cómoda la vida. Porque sí, ¡claro que el ser humano convivió con los dinosaurios! Y los adiestraba, explotaba o se los comía si le daba la real gana. Porque los hombres primitivos eran tan listos como fuertes. 

Está demostrado que los habitantes de la primitiva ciudad de Piedradura trabajaban, y mucho. Pedro, por ejemplo, trabajaba en una cantera. Pero también los había veterinarios, camareros o policías. La mujer también estaba integrada en el mercado laboral, aunque claro, estamos en la prehistoria, y aquí todavía no ocupaban cargos de poder. En Piedradura había dos mujeres muy conocidas, Wilma, esposa de Pedro, y su amiga y vecina Betty, que estaba casada con Pablo Mármol, el mejor amigo de Pedro. Estas dos mujeres eran amas de casa y, aunque parecían un poco inocentes y sumisas, en realidad tenían unos cojones que hacían del marido más rebelde un auténtico calzonazos. 

Pero igual que se trabajaba mucho, los primeros habitantes humanos del mundo también en contraban momentos para el ocio y la conciliación familiar. Jugaban al golf, iban al boliche (bolera), tenían algo parecido a lo que hoy sería la cofradía del Santo Socorro versión deportiva (los Búfalos Mojados) y hacían barbacoas con los vecinos, porque sí, claro, en la prehistoria sabían producir y utilizar el fuego de manera controlada, ¡eran hombres! ¿Conoces a algún hombre que no sepa encender y apagar una barbacoa?

Con Pedro, Wilma, Betty y Pablo aprendí que los humanos primitivos sentían como nosotros, por eso tenían amigos y lo hacían todo juntos, se contaban secretos, se enfadaban y se reconciliaban, tenían problemas económicos y amaban a sus parejas a las que les eran fi eles. Y contraían matrimonio y eran monógamos, y deseaban tener hijos, y algunos eran infértiles y sufrían y adoptaban bebés, y tenían crisis matrimoniales que solucionaban con amor. Con Los Picapiedra aprendí a mi manera, pero sobre todo me reí. Porque en el fondo no eran Pedro, ni Pablo, ni Betty, ni Wilma, ni los bebés Pebbles o Bamm-Bamm. Éramos tú, yo, era la clase media americana de aquel momento. Por eso me gusta esta versión de la prehistoria. Y porque la alternativa a esto sería creerme que vengo del mono. O de una costilla

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5 Comentarios

  1. Muy de acuerdo. Pero no tenían cama matrimonial, dormían en camas separadas. Quería un troncomóvil.

  2. Todas las formas de disparate son correctas, según parece. Incluso han aceptado ‘sabiondo’ con hache intercalada. Yo, no. Yo si veo ‘sabihondo’ dejo de leer.

    • Me lo enseñaron con h en la escuela hace unos 30 años. Veo en el NTLLE que se escribe también con h desde hace por lo menos 170 y que la RAE lo incluye en sus diccionarios como forma válida desde hace 140. ¿No será un disgusto extemporáneo? Saludos.

  3. Pingback: Jot Down News #15 2024 - Jot Down Cultural Magazine

  4. Iba a decir que con estos antecedentes de nuestra infancia muy mal no quedamos de la azotea pero, bien pensado y viendo cómo está el patio, mejor me callo.

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